Se acerca el final de nuestro tiempo de lectura para El samurái de Shusaku Endo. Los personajes que se embarcan en el San Juan Bautista buscan rutas comerciales, pero su autor nos dirige una pregunta a todos los amantes de Japón, ¿cómo puede una persona pertenecer a dos culturas diferentes, sin perderse a sí mismo?
Hablar del
cristianismo en la obra de Endo es tan inevitable como hablar de la biografía
de Kenzaburo Oe cuando nos acercamos a su obra. Quizás no es del todo
casualidad, ya que ambos escritores pertenecieron a esa primera generación de posguerra marcada por una suerte de orfandad cultural: la derrota desdibujó hasta la figura del Emperador, en palabras de Franck Damour, la idea misma del absoluto. Ambos fueron incluso candidatos al mismo Nobel de literatura, siendo Oe
quien finalmente se llevase el galardón. Se cuenta que, el día del anuncio,
todas las apuestas estaban sobre Endo y los periodistas esperaban frente a su
casa para obtener sus declaraciones. Al anunciarse el veredicto, llaman a
su puerta de todas formas, pidiéndole su opinión acerca de la decisión del
jurado, a lo que responde que Oe es un excelente escribiendo acerca de un
mundo sin Dios.
En efecto, la fe, la ausencia de Dios y la creación de una teología que pueda calzar con el pensamiento japonés es el pilar de la obra de Endo. Contrario a lo que se pueda pensar, Endo luchó durante toda su vida con sus creencias católicas, ya que fueron impuestas “a la fuerza” cuando tenía once años y volvió con su hermano y su madre a Japón, a la casa de su tía materna en Kobe, siguiendo el divorcio de sus padres en Manchuria. En Kobe su madre entra en contacto con el catolicismo y hace que la familia entera se bautice, un acto que Endo luego describiría como recibir un traje que ni en talla ni en corte le iba bien, y del que encontramos una excelente descripción en el bautizo que recibe Hasekura en El samurái. Podemos imaginar a este joven, con su salud precaria, sus padres divorciados, educado en una familia completamente matriarcal y parte de una religión minoritaria que nada tiene que ver con las creencias que profesan el resto de sus congéneres. Tampoco encajará en Europa, donde estudiará literatura francesa; podrá ser católico, pero sigue siendo un japonés.
¿Cómo reconciliar estas dos formas de ser? ¿Cómo hacer las paces con uno mismo, encontrar un lugar en el mundo, cuando se es distinto a todo y a todos? El autor se vuelca a la escritura, y en sus primeras obras vemos un Endo que se busca a sí mismo. Desde Hombre blanco y Hombre amarillo, dos novelas cortas, la primera merecedora del Premio Akutagawa, pasando por El mar y el veneno, el escritor refleja ya sea a los japoneses enfrentados a Occidente o a los occidentales enfrentados a Japón. Este conflicto lo vemos también en El samurái en el Padre Velasco, cuando este expresa su fascinación con Japón.
Será en sus novelas históricas, entre
las que se encuentran la famosa Silencio,
El samurái, Mothers y Golden Country, donde el autor parece percatarse de una posible solución a su dilema. No se trata de encontrar su lugar entre las doctrinas disponibles, sino crear un traje a la medida, que encaje con sus creencias y que pueda servir para resguardar a otros marginados como él. Inspirado en sus encuentros con las comunidades de kakure kirishitan (cristianos que
abjuraron de su fe para evitar la persecución religiosa), comienza una exploración de la historia del cristianismo en Japón y con ella la idea de reconciliar el sentido de culpa (por ser diferente, por no pertenecer) al sentido de la misericordia, el amae. En los kakure Endo encontrará un espejo de sí mismo, de todos aquellos que llevan “vidas
falsas, mintiendo al mundo y nunca revelando su sentir a nadie”. La
fragilidad humana, el miedo y la duplicidad son temas recurrentes tanto en Silencio como en El samurái, y a los miembros del club de lectura quizás les
recuerde a Kuranosuke Oishi, aquel capitán de Los 47 ronin que se vio en la necesidad de mentir ante todos, de
desafiar a todos, para poder defender lo que verdaderamente creía.
- Ahora bien, ¿no os habéis preguntado por qué el título del libro es El samurái? Hasekura carece, a primera vista, de todo lo necesario para ser un buen protagonista: sus reflexiones son hechas desde la pasividad. Los otros integrantes de la comitiva quedan relegados también a unas pocas páginas y unos cuantos diálogos. ¿Qué implicaciones tiene la palabra “samurái” para nuestra historia?
La reunión final será virtual a través de ZOOM el
viernes 26 de febrero en dos turnos: de 16h a 17:30 o de 18h a 19:30. Para inscribirse en esta sesión
presencial basta con enviar un email a biblioteca@fundacionjapon.escon el
título "El samurái" y los siguientes datos: nombre completo, horario de la reunión a la que quiere asistir
y un número de contacto.
¡Feliz lectura!
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