Retomamos
el Club de lectura después de una pequeña pausa y lo hacemos saldando una deuda
para con uno de los grandes maestros de la literatura japonesa: mayo nos trae
una novela de Jun’ichiro Tanizaki, uno de los autores más conocidos fuera de
Japón junto con Yasunari Kawabata y Yukio Mishima.
De Tanizaki se ha escrito mucho y se podría decir mucho más. En primer lugar, lo que más destaca de él es, quizás, su longevidad. No tanto en cuanto a años de vida, sino en cuanto a años de escritura: su debut literario fue poco después del debut de Natsume Soseki, a principios de la era Meiji, y continuaría escribiendo (y sobreviviendo) a modas, estilos y autores: desde su maestro Nagai Kafu, hasta Osamu Dazai, Yosano Akiko, Ryunosuke Akutagawa, Naoya Shiga, la literatura proletaria, las vanguardias, las revoluciones, dos guerras mundiales, la depresión económica, la ocupación americana, e incluso la llegada del tren de alta velocidad (shinkansen).
Como autor, Tanizaki pudo haber optado por comentar sobre los eventos que formaron al Japón moderno, tal y como hicieron muchos de sus contemporáneos. Sin embargo, sus obras recorren un camino diferente: dados los años que pudo dedicar a madurar y depurar su estilo, son fruto del azar de su vida, de las obsesiones que guardó desde su infancia, de sus vivencias y de sus ideas, todas cristalizadas en el arte de escribir.
En efecto, para nuestro autor de mayo el acto de escribir lo fue todo, y a su arte dedicó casi setenta años de su vida. Su profesor de literatura en la escuela primaria fue el primero en fijarse en su habilidad para la composición poética y gracias a su respaldo pudo continuar su educación, ya que el padre de Tanizaki, un hombre sin tino ni suerte para los negocios familiares, quería que abandonase el colegio lo más pronto posible para que comenzase a trabajar. El joven Tanizaki publica desde temprana edad en revistas y periódicos estudiantiles, llegándose a decir que su forma de usar el lenguaje era casi perfecta, y que nadie se le podía comparar.
Más allá de su talento natural con el lenguaje, Tanizaki era también un ávido devorador de libros. Lo que al principio se limitó a la oferta de literatura clásica china y japonesa, en la juventud pasará a ser un consumo de la filosofía y la literatura Occidental, lo cual pronto le llevará, como a otros tantos de su generación, a admirar el pensamiento europeo y considerarlo superior al oriental. Donald Keene en su libro 5 Modern Japanese Novelists cuenta que en 1902 deja asombrados a profesores y compañeros por igual al publicar un ensayo exquisitamente escrito criticando el pesimismo “oriental”. Keene añade, “Su insistencia en que la alegría era parte esencial de la vida del ser humano fue la primera muestra de ese hedonismo que lo haría famoso.”
Dada la precariedad financiera de su familia, la estancia en el Departamento de Literatura de la Universidad Imperial de Tokio fue corta, ya que al no poder pagar los estudios tuvo que retirarse. Esto no le impidió publicar su primera pieza de teatro, así como relatos cortos, y trabar amistad con estudiantes e intelectuales que abogaban por las nuevas corrientes artísticas que llegaban desde Europa. Este hedonismo será la marca más reconocible del “primer Tanizaki”: el morbo, la sensualidad y la sexualidad, los taboo… no hay convención social que quede intacta en los cuentos y novelas cortas que publica durante su primera faceta como escritor, lo que le ganó el apodo de akuma shugi o “el discípulo del demonio”. La incorporación de un sentido de libertad personal completamente rompedor con lo que se podría considerar “normal” disgustó a los lectores más tradicionales, pero a cambio le granjeó fama en los círculos literarios y artísticos, momento en el que se intensificaría su ansia de “lo occidental”. Pronto se mudará a Yokohama para vivir rodeado de extranjeros, tal y como anhela Naomi de El amor de un idiota.
En los próximos años, dos eventos marcarían su recorrido literario. En primer lugar, su amor por el cine lo llevó a abandonar la literatura y dedicar los primeros años de la década de los 1920 a ser guionista en los estudios Taishō Katsuei. Según Thomas LaMarre, como escenarista y guionista Tanizaki comienza a problematizar en aspectos sobre identidad, estética y modernidad. Unos años después, el estudio fue adquirido por el rival Shōchiku Kinema y se vio en la necesidad de volver a escribir relatos para ganarse la vida, llevándolo a una mala racha tanto personal como financieramente, que se vio agravada por un suceso que terminaría de llevar a Tanizaki a su época de madurez artística: el gran terremoto de Kanto, que asoló principalmente la ciudad de Tokio en 1923.
Los destrozos que causó el seísmo, seguido por un incendio mortal que se cobró un gran número de víctimas, fue el germen de un “regreso a las raíces” para Tanizaki. El autor ya entraba en la mediana edad, y comenzaba a debatirse entre sus tendencias hedonistas, su admiración occidental y su gusto natural por lo japonés. Prueba de ello es su primer gran suceso de ventas, El amor de un idiota, serializado entre 1924 y 1925 primero en el Osaka Asahi Shinbun, en el cual cancelaron su publicación a los pocos capítulos ante las quejas de “depravación” por el comportamiento de sus protagonistas, y luego en la revista Josei.
Similar
a sus guiones de cine y respondiendo a un creciente interés por la literatura wabun, aquellas obras de carácter y
estética marcadamente japoneses,
Tanizaki nos muestra la historia de Joji y de Naomi, y con ella reflexiona
sobre la influencia de lo occidental en la vida de los japoneses, el amor, el
poder y la identidad. Alejándose de las novelas puramente panfletarias de la
literatura proletaria, o de las nuevas estéticas vanguardistas, Tanizaki crea una
historia con dos personajes complejos, con luces y sombras, y que causaron tal
revuelo que llevaron a la generación joven de los años veinte a acuñar el
término “naomismo”, para referirse a la occidentalización y adopción de ideales
extranjeros en el comportamiento femenino. No hay moraleja ni gran mensaje para
el lector en la historia de Joji, ni castigo ni bendición para Naomi. Tanizaki
se guarda sus cartas muy cerca y permite al lector sacar sus propias
conclusiones y juzgar, como lo considere necesario, las acciones de los
personajes.
- ¿Habéis leído ya a Tanizaki? ¿Qué imagen tenéis de su literatura?
- ¿Es amor lo que existe entre Joji y Naomi? ¿Cómo se refleja la idea de poder en su dinámica de pareja y cómo evoluciona al avanzar el libro?
¡Animaos a participar en nuestras sesiones de debate! Si estáis en Madrid podréis participar en la reunión presencial, en la Biblioteca Iván de Vargas, el jueves 26 de mayo a las 18h (inscripciones a través de su web). También tendremos nuestra reunión virtual de costumbre a través de ZOOM, el viernes 27 de mayo a las 18h, para la que podréis inscribiros enviando un email a biblioteca@fundacionjapon.es con vuestro nombre completo y un número de contacto.
¡Os esperamos!
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