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Club de lectura: El amor de un idiota - semana 3 – Influencias y wa

 


Como hemos visto anteriormente, el influjo de la mujer como figura y musa de Jun’ichiro Tanizaki es innegable, pero no se limita a sus personajes, sino que se revela también en los temas y el lenguaje mismo de obras como El amor de un idiota.

Quizás algunos lectores se hayan sentido incómodos por la diferencia de edad entre los protagonistas, si bien en occidente tenemos un referente muy cercano en obras como Lolita de Nabokov; una chica menor de edad y un hombre adulto que la acoge con la idea de criarla como esposa. Sin embargo, y yendo más allá de cualquier implicación cultural de la época, la verdadera inspiración detrás de esta trama la obtuvo Tanizaki de una de sus libros favoritos, nada más y nada menos que el Genji Monogatari En la primera parte del Genji somos testigos de los múltiples romances del príncipe Genji, y de entre ellos quizás uno de los más conocidos es el de la joven Murasaki, quien es apenas una niña cuando Genji la conoce y decide hacerla su esposa.

El lector que ya conoce un poco la biografía de Tanizaki podrá observar que este tributo al Genji responde a un período de efervescencia en el mundo intelectual que vive el autor. No solo se discutía lo que era novela, como hemos visto un género nuevo dentro del mundo literario del Japón de finales del siglo XIX y principios del XX, sino que se comienza a debatir sobre cómo configurar Japón para hacer frente a las potencias extranjeras, tanto a nivel económico y jurídico, como artístico. 

De entre estos debates, fueron muchos los académicos, periodistas y artistas que alzaron su voz en cuanto a cómo debía ser el lenguaje nacional. En efecto, aunque se suela pensar en Japón como una cultura milenaria, el idioma japonés tal y como lo conocemos hoy en día es producto de las medidas y cambios que se adoptaron en esta época, cuando Japón consideró necesario unificar el habla de las personas en la calle con el lenguaje literario, para crear así un japonés estándar. Muchas teorías se debatieron, desde qué sistema de escritura usar (mantener los ideogramas chinos, dar preferencia a los silabarios kana e, incluso, hubo una asociación que abogó por usar el alfabeto romano) hasta cómo estructurar la gramática y el uso del vocabulario.

La poesía fue uno de los campos de batalla donde más claramente se podía ver este espíritu de renovación, ya que algunos se apegaban a la poesía kanshi (escrita en chino clásico), mientras otros bebían de la poesía de verso libre de influencia europea. A medida que los años pasaron y los cambios tentativos de la era Meiji dieron paso al creciente fervor nacionalista, los poetas buscaron en el pasado y defendieron el uso de la poesía tradicional escrita en silabarios kana, el waka, como la mayor expresión del alma japonesa y la más indicada para marcar cómo se debía componer y cómo se debía escribir. Quizás el “poema” que más estuvo en la mira de todos en este período no fuera otro que La historia de Genji, originalmente escrito en verso waka y en japonés medieval.

En un impulso de modernización, algunos autores se apuntaron al esfuerzo de renovar el clásico, y trabajaron en hacer traducciones de su lenguaje arcaico al japonés moderno, adaptando el vocabulario y las expresiones a las del japonés coloquial, siendo una de las primeras y más insignes la poetisa Akiko Yosano. Unos años después, el propio Tanizaki también emprenderá una traducción del Genji, movido en gran parte por devolverle el “verdadero regusto japonés” que había perdido con traducciones como la de Yosano, que juzgaba en exceso estándar.

La semana pasada señalábamos cómo el wabun, o narrativa de tradición japonesa, jugó un papel protagonista en el cambio del Tanizaki joven al Tanizaki maduro, y será sus lecturas y relecturas de La historia de Genji, obra cumbre de la literatura japonesa escriba en el siglo XI por la cortesana Murasaki Shikibu, la que mayor tenga influencia en su obra. Ya en El amor de un idiota encontramos un primer tributo en la pareja de Joji y Naomi: la diferencia de edad y la intención de criar a la esposa perfecta son un reflejo de la relación del Príncipe Genji con la Dama Murasaki.

De La historia de Genji y del wabun Tanizaki obtiene también una herramienta que le insertará en pleno discurso sobre el lenguaje nacional: la forma de escribir. Estas lecturas que haría del Genji y de la poesía clásica le harían descubrir las posibilidades narrativas de aspectos típicamente japoneses de estos textos “femeninos”, tal y como apunta la profesora Tomi Suzuki: “aspectos como la ambigüedad en relación al sujeto gramatical, el entretejido sutil de alusiones literarias, la evocación de múltiples pasados históricos, y varios efectos auditivos y visuales” y que le permitía revisitar técnicas asociadas con las vanguardias occidentales, tales como el flujo de conciencia, a partir de perspectivas más cercanas a la tradición y sensibilidad japonesa. Sin detenerse en qué forma era “mejor”, Tanizaki establece claramente la utilidad de mantener un lenguaje estándar coloquial y uno eminentemente literario: “el moderno coloquial, cuya presentación clara, exacta y lógica era apta para la ciencia y la filosofía, y el idioma original de Japón…, cuyas alusiones y calidad evocadora eran aptas para la literatura, y cuyo enfoque se hallaba en la emoción y la belleza.

Lo femenino, siempre central en la obra de Tanizaki, se reveló como un verdadero campo semántico de juego, permitiéndole al autor entrar en una de sus etapas artísticas más fértiles y de mayor madurez.

  • A pesar de que nos acercamos a El amor de un idiota en su traducción al español, ¿qué os parecen las descripciones de Tanizaki al hablar de Naomi?
  • ¿Qué opinión tenéis de Naomi? ¿Femme fatale o víctima? ¿Qué imagen os lleváis de la mujer para Tanizaki?

Si os animáis, podéis participar en nuestro debate virtual a través de ZOOM el viernes 27 de mayo a las 18h (enviando un email a biblioteca@fundacionjapon.es con vuestro nombre completo y un número de contacto).

¡Feliz lectura!

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