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Mori Ôgai

Siguiendo con un escritor muy parecido y al mismo tiempo muy distinto de Sôseki, hoy os hablaremos de Mori Ôgai (1862-1922).El otro gran escritor del periodo Meiji.


Ôgai nació en el seno de una familia samurái, pocos años antes de que el sistema feudal se aboliera por completo. Mientras que Sôseki dedicó su vida a la literatura, la formación de Ôgai fue como médico militar. Ambos pasaron unos años en el extranjero, pero mientras que la estancia en Inglaterra del primero fue decepcionante y traumática, Ôgai pudo disfrutar de una cómoda experiencia gracias al dinero de su familia. La diferencia entre sus temperamentos y sus relaciones con el mundo se reflejan en sus estilos, completamente dispares. De hecho, a pesar de que estos autores son considerados los dos escritores más representativos e influyentes de su época, la idea general es que los admiradores de uno encontrarán poco de interesante en la obra del otro. En este sentido, Sôseki y Ôgai son la Coca-Cola y la Pepsi de la literatura japonesa. Por supuesto, es simplista pensar que porque se ha disfrutado de la obra del autor de Soy un gato, el autor de Gan no tiene nada que ofrecernos, pero no es ninguna mentira que estas novelas están escritas con unas perspectivas verdaderamente distintas.




Lo más interesante acerca de la producción de Mori Ôgai es sin duda la gran variedad de corrientes de las que hizo uso a lo largo de su carrera, sin llegar a adscribirse a ninguna. Poco tiene que ver su primera novela reconocida, La bailarina (Maihime, 舞姫), una novela romántica, de estilo pseudo-clásico, con las biografías de médicos samuráis que supusieron la parte final de su carrera. Estas últimas, a caballo entre la novela y la crónica, suponen prácticamente un género en sí mismas, que, como se puede suponer, nació y murió con este autor. Entre sus obras encontramos ejemplos de romanticismo, naturalismo y novela histórica, lo cual, cuando menos, convierte a Ôgai en un novelista lleno de versatilidad y capacidad de renovación. Las dos obras con las que contamos en la biblioteca, por ejemplo, sirven muy bien para ilustrar cuán distintos pueden ser sus libros unos de otros. 



Vita sexualis (ヰタ・セクスアリス) es una inteligente respuesta a los autores naturalistas japoneses que, usando sus mismas pautas, retrata la vida de un joven al que sus pulsiones sexuales le resultan más que nada indiferentes. Se trata de un retrato desapasionado y objetivo en el que el sexo es una fuerza ridícula e intrascendente. A pesar de su calidad, los lectores que empiezan este libro sin ser conscientes de las autenticas intenciones de Ôgai acostumbran a quedar decepcionados por la falta de trapos sucios, ya que se trata también de una novela del yo.


Por su parte, la temática de El intendente Sansho (Sanshô Dayû, 山椒大夫) no podía estar más alejada de las experiencias personales de un estudiante de medicina. En este cuento, dos hermanos de clase alta son capturados, separados de su madre y convertidos en esclavos. Para quien tenga interés en este tipo de cine japonés, Kenji Mizoguchi realizó con el mismo título una estupenda versión de esta historia, estrenada en 1954. El volumen incluye otros relatos históricos, como el de Takasebune (高瀬舟), en el que un hombre ha sido condenado al destierro por haber ayudado a su hermano a morir. Posiblemente sea esta la primera obra de la literatura japonesa moderna en la que se trata la eutanasia.

Obras disponibles en la biblioteca: El intendente Sansho (Editorial Contraseña, incluye El intendente Sansho, El barco del río Takase, Las últimas palabras, Sakazuki, La señora Yasui, La historia de Iori y Run), Vita sexualis (Trotta editorial).
Así pues, venid, ¡coged un libro y juzgad su mérito por vosotros mismos!

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