¡Bienvenidos al Club de lectura! Este mes vamos a leer por partida doble, ¿estáis preparados?
Al presentar el ciclo “Elemental” se hizo
mención a la idea de que la literatura japonesa, sus cánones y consideraciones
artísticas se establecieron a principios del siglo XX. Tensión contenida,
piedad filial, poesía, naturaleza son todos temas que nos parecen muy japoneses... puesto que los mismos japoneses los identificaron
como tal y se aferraron a ellos en un momento histórico que les definirá frente a los ojos del mundo. En esta sesión de reflexión vamos a hacer un
pequeño repaso histórico que, con un poco de suerte, nos ayudará a entender
mejor la posición que los autores de Geishas
rivales y El elogio de la sombra tomaron
a principios de siglo al escribir sus obras.
Hemos tocado brevemente en otros libros,
principalmente al hablar de autores como Higuchi Ichiyo, Tanizaki y Soseki,
cómo Japón se lanzó a una carrera frenética en pos de Occidente. Los esfuerzos
del gobierno desembocaron pronto en un “milagro japonés” que llevó a una nación
arraigada en un sistema moral confusiano y de raíces feudales a competir con
los grandes imperios en la escena mundial, tanto militar como comercialmente.
Para el país esto resultó en una verdadera metamorfosis, en la transformación
de la capital en un laberinto caótico de construcciones, cambios, destrucción y
renovación. Barrios enteros caían devorados por el progreso, cambiando
irremediablemente el mapa geográfico y cultural. Muchos intelectuales, entre
ellos Kafû, lloraron amargamente esta pérdida que hoy, sin embargo, es admirada
por los turistas como parte del encanto del país japonés donde “tradición y
modernidad se dan la mano”.
El cambio físico, sin embargo, se
circunscribe a las ciudades, principalmente a Tokio. Hacemos bien en recordar
que las zonas rurales y las zonas marginales se mantienen relativamente ilesas,
ignoradas por el monstruo de la civilización. Muchas personas emigran de los
campos a las ciudades y otras cuantas se ven empujadas de sus distritos a las
afueras.
Lo que se muestra mucho más complejo es el
cambio de visión y de pensamiento. He aquí el problema real con el que se
enfrentarán primero los intelectuales, seguidos pronto por el sistema político,
familiar y social de Japón. La modernización Meiji busca transformar un país
que ve atrasado a través de imitar el know-how
extranjero, por lo que en los último años del siglo XIX envía a sus pensadores
y científicos a vivir en el extranjero, como una suerte de espías culturales.
Las órdenes son muy claras: ir a los países de occidente y aprender sus
costumbres, su forma de ser y su tecnología para regresar a Japón y enseñarlo a
las masas. Esta táctica, sumamente práctica y fructuosa, envió a estudiosos de
todo tipo que, una vez de regreso a tierras japonesas, traen consigo
conocimientos y gustos extranjeros, libros y literatura nuevas. Del
romanticismo y del realismo nace la interpretación de la novela, que se llamará
shishosetsu (novela del yo) y más
adelante vendrán las vanguardias y la literatura de corte marxista. Occidente
marca la pauta, Occidente es la meta. De hecho, Occidente es la civilización
por antonomasia, por lo que todos los esfuerzos deben dirigirse en imitar y
superar el modelo.
Estos espías, tocados por el progreso,
regresan irremediablemente cambiados. Han visto (y sufrido, en algunos casos)
el progreso, y ven con angustia la forma en que Japón se desvive por imitar a
Europa y América, en lugar de reflexionar cómo adaptar su individualidad
particular al modelo occidental.
Es por esto que, a partir de la primera
década de los 1900, comienzan los problemas.
Japón está en su mejor momento: se siente
triunfal tras haber ganado la guerra Ruso-Japonesa, cuenta con un puesto en lo
que la Sociedad de las Naciones, territorios extranjeros y poder comercial. En
teoría todo ha salido de acuerdo al plan, pero ya los intelectuales y artistas
acusan un malestar. La otra cara de la moneda es que los resquemores que
quedaron después de la Primera Guerra han salido al paso y la economía no va
del todo bien, lo que afecta negativamente el comercio y las exportaciones. Los
países que había derrotado Japón comienzan a dar problemas y a repelerles,
creando disgusto y ataques de xenofobia. El orgulloso Japón comienza a sentirse
presionado y manipulado por agentes extranjeros en lo que respecta a su
política exterior.
Todo esto desembocará en una oleada de
sentimiento patriótico denominado Nihon he
no kaiki (regreso a Japón), es decir, redescubrir lo que es verdaderamente
japonés, la pureza de la raza japonesa y de lo que es propiamente de allí. Poco
a poco se comienza a debatir sobre qué es lo verdaderamente japonés, qué los
separa y hace únicos. Lamentablemente esto responderá más a un afán político de
apoyo al gobierno, cada vez más militarizado y radical, que a las advertencias
que hicieran los intelectuales como Kafû a principios del siglo XX. Es por esto
que pronto veremos libros, poesía, música y arte cargados de motivos,
personajes y estilos considerados propiamente japoneses. Consumidos por un celo
patriótico los artistas dedican su esfuerzo a recorrer el país y animar a la
población y a las tropas. Por supuesto, cualquier iniciativa que huela a
occidente es callada, ya sea por presión o por represión.
Hubo un segundo grupo de intelectuales que
atajan el Nihon he no kaiki desde
otra perspectiva: estos escritores suelen ser hombres y mujeres de mundo, que
han vivido en el extranjero por cierto tiempo y que conocen de primera mano el
Occidente tan anhelado. Conocen todas sus bondades y también todos los
problemas que conllevan. Este grupo se plantea, no recrear a ciegas un Japón
occidentalizado o un Japón puro, sino cómo amalgamar el nuevo Japón, el que
está ineludiblemente creado por lo nuevo y lo antiguo, de una manera armoniosa.
Dos características marcan su producción: la primera es el desdén por la
sociedad de consumo de la era Meiji y Taisho, la segunda es el uso y adaptación
de lo que aprendieron en el extranjero para crear obras que perdurarán hasta
nuestros días como un ejemplo de la mejor literatura. Podríamos aventurar una
tercera característica, y es que muchos de estos intelectuales guardaron
silencio durante los años de la guerra, ya fuera para evitar la censura, ya
fuera como su manera de protestar contra el celo patriótico que arrasaba con la
nación y la vida de muchos hombres y mujeres dentro y fuera de Japón.
Si ya habéis comenzado a leer Geishas rivales, escrita por entregas
entre 1916 y 1917 (que Kafû hizo publicar por su cuenta en 1918 y que se vio
censurada en todas las escenas “moralmente inapropiadas”), seguro os
preguntaréis a qué grupo pertenece su autor. No contento con simplemente señalar
el problema ni lo suficientemente ciego como para participar en él, Kafû
intentó activamente cambiar el mundo que le rodeaba a través de su literatura,
echando mano a la nostalgia y al poder de reconstruir en su obra un Japón de
antaño desde las sensibilidades occidentalizadas del presente. En una muestra
perfecta de su carácter, Kafû terminó creando un tercer grupo, donde solo
cabría él: cuando la guerra censuraba toda su obra y las traducciones de la
literatura francesa que tanto amaba, lanza un
manifiesto personal en su ensayo Hanabi
(Fuegos artificiales) “Ser un escritor era solo causa de pesar y vergüenza. Me pareció que no
había otra salida más que rebajar el nivel de mis escritos a la mera frivolidad
de la época Edo… decidí que, en lugar de escandalizarme por la decisión [de
los artistas de Edo] de saborear la
experiencia de escribir o dibujar historias eróticas, iba a admirarles.”
Kafû el licencioso. Kafû el mujeriego.
Kafû el huraño. Todos estos epítetos le valió su posición frente a un Japón que
no terminaba de ajustarse a su visión de mundo. En una actitud que recuerda a
la de Yukio Mishima como un performer que vive su arte, Kafû optó por reconciliar
su ser japonés apostando por su propia versión del Orientalismo europeo, cambiando
el patriotismo por la melancolía del desarraigo.
- En vuestra opinión, ¿cuál es el papel del intelectual en tiempos difíciles? ¿Qué opináis de la posición que tomó Nagai Kafû?
La reunión final será por videoconferencia
a través de ZOOM el viernes 26 de junio. Las plazas para esta sesión se han
agotado, pero os recordamos que todos los viernes del mes de junio animaremos
la lectura publicando en nuestras redes sociales (blog e Instagram) preguntas
de reflexión y debate.
¡Feliz lectura!
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