Es
así como describe Jun’ichiro Tanizaki a su héroe literario de juventud, Nagai Kafû.
Para el joven Tanizaki, sediento de aprobación y de una nueva literatura que le
permitiese expresarse con la libertad que percibe en las obras de Occidente,
Kafû representa el summum del estilo. ¿Quién fue Kafû para crear enamorar de
este modo al mundo literario?
Como lectores occidentales seguro nos
llaman la atención tres particularidades de Geishas
rivales, la obra más conocida de Nagai Kafû. Junto a Una extraña historia al este del río. La primera es que por fin
tenemos una estructura que podríamos llamar “clásica”: la historia tiene un
principio, un nudo y un final. En segundo lugar nos alejamos de la novela del
yo (shishôsetsu) y nos acercamos a
una novela coral que nos permite participar de las motivaciones y reflexiones
de cada personaje. Por último, si bien el estilo no es tan poético como el de
Kawabata, las descripciones del cuerpo femenino, de la pasión y del sexo (una
verdadera rareza) están hechas con delicadeza y sensualidad. De algún modo, es
como si Nagai Kafû hubiese creado un libro perfecto para el consumo occidental,
familiar en su forma y exquisitamente exótico en su contenido.
Nagai Sokichi, nombre de nacimiento del
autor, vivió en carne propia lo difícil que resultaba ser japonés en un período
de cambios tan turbulentos como la era Meiji y Taisho. Nació en una familia de
clase alta y profundamente tradicional: su padre descendía de los hatamoto, el nivel más alto al que podía
llegar un samurái, y era junto a su abuelo paterno un escritor de renombre de
poesía china; su madre era intérprete de música tradicional japonesa e hija de
un importante intelectual y académico de la moral confuciana. A pesar de todo
esto, su familia apoyó desde un primer momento la revolución Meiji, por lo que
su padre insistió en que asistiera a una escuela internacional y aprendiese las
costumbres de occidente lo antes posible.
La vida artística de Kafû comenzó, no por
influencia de su familia, sino de un amigo y maestro, el dramaturgo de teatro kabuki Fukuchi Ochi y sus compañeros
artistas. De su conexión con este grupo durante su adolescencia, momento en el
que había decidido convertirse en actor, le viene su amor por el mundo flotante, el distrito del placer
de Yoshiwara en Tokio, y por la literatura francesa. Kafû comienza a publicar
pequeños relatos al estilo de Émile Zola, siguiendo el modelo marcado por Nana, de la que incluso haría una
traducción parcial. Este mundo de juventud marcaría en lo venidero toda la vida
y la obra del autor y le darían el estilo personalísimo y particular que le
darían fama.
Debemos recordar, y esto será patente en
todas las historias de Kafû, que este mundo del entretenimiento era mal visto
en la sociedad japonesa. Se sabía que el mundo
flotante existía, y existía en el acuerdo tácito de que lo que ocurría allí
no salía de allí. Los límites de estos barrios del placer era como fronteras
geográficas, que les distanciaban de la sociedad “de bien”, ya fuera por arcos
o puentes que marcaban los límites. Allí todas las reglas de la sociedad se
tergiversaban. Era una suerte de descenso el País de las Maravillas, en el que
todo era alucinación e ilusión. Actores, artistas y geishas, además, tenían
profesiones que se acercaban peligrosamente a la idea de impureza que marcaba a
los más bajos fondos de la sociedad, los bunrakumin.
Para una familia respetable como la de
Kafû, que su hijo haya decidido labrarse un camino entre estos personajes era
inaceptable. Su padre, un burócrata de profesión, como tantos otros samuráis al
abolirse el sistema feudal, le envía de inmediato al extranjero, con la idea de
convertirlo en banquero. Kafû, que guarda la secreta ambición de ir a vivir a
Francia, se ve embarcado hacia Estados Unidos. Sería tan solo ante el peligro
de que contrajese matrimonio con una prostituta que conocería en Nueva York que
el padre lo envía finalmente a Lyon, Francia, aunque por poco tiempo. A su
regreso a Japón, Kafû sería recibido por toda la comunidad intelectual como un
héroe, ya que fue el japonés que por más tiempo vivió en el extranjero, unos
cinco años.
¿Qué otro impacto podría tener esta
estadía prolongada en Kafû, más allá de sumir su alma en una añoranza del
extranjero y un intenso repudio por lo que consideraba una parodia barata de
occidente? Una anécdota de su diario cuenta cómo Kafû, cuando el barco pasaba
Marruecos, saluda a este país como un ejemplo a seguir de una cultura que ha
sabido labrarse un lugar propio, ni Europa ni África, mas una identidad
irrefutablemente hecha de las dos partes. Una vez en Japón publica varios
ensayos zuihitsu, dos libros contando
sus vivencias en los países que le acogieron, recibe la cátedra de literatura
francesa en la prestigiosa Universidad de Keio y funda y dirige la revista
literaria Mitta Bungaku. El genio
literario se lanza en una cruzada en la que critica a diestra y siniestra el
país y el gobierno, así como la falta de libertad intelectual, ya sea por
presión de los grupos literarios existentes (los naturalistas y los marxistas).
A su revista atrae a los talentos jóvenes, entre los que están el joven
Jun’ichiro Tanizaki. Huelga decir que cuenta con muchos críticos también, entre
los que se cuentan Akutagawa Ryunosuke.
Kafû será siempre un personaje que
polariza opiniones. Los temas de su obras, que siempre girarán en torno a las
mujeres de los distritos del placer y de los actores, un submundo que hemos
visto, no era bien visto por el público en general, no le ayudan en nada a
ganarse la estima de sus compañeros de letras. Kafû, fiel a ese carácter
“malcriado” que viese Tanizaki, parece empecinarse cada vez más en usarlos de
manera exclusiva en todos sus relatos y cava así su propio nicho. Tampoco esto
implicará que se sienta identificado con el movimiento de Nihon he no kaiki que vendrá en los tiempos de guerra: tanto le
parece execrable la burda imitación de occidente, como considera inútil la
búsqueda de una pureza japonesa, puesto que esta no existe. Para él, el germen
último de la cultura japonesa se encuentra en el antiguo Tokio, la ciudad de
Edo, y de sus remanentes en la actualidad, el distrito del placer.
Aquí Kafû obra una suerte de Orientalismo,
del tipo que predicó Edward Said, mas con su propia cultura. Kafû embellece y
recubre de nostalgia el pasado inmediato para criticar el presente. En Edo, nos
dice, hubo una cultura fuerte capaz de amalgamar la influencia de los otros
países asiáticos y la suya propia. Nuestro autor no se engaña a sí mismo, no
busca un paraíso perdido de excelencia a la japonesa, pero reconocen en el
pasado un momento en el que Japón supo equilibrar su idiosincrasia con la
influencia comercial y cultural del exterior. Muy alejado de la ciudad de Tokio
que les tocó vivir, que se transformaba a pasos agigantados en un monstruo de
concreto, un esperpento iluminado en su totalidad por la electricidad sin dejar
un resquicio a la luz de las velas y a la arquitectura tradicional.
Tanto Tanizaki como Kafû, además, suelen hacer de sus personajes artistas o personas que tienen relación con el mundo del placer. Para Kafû, que siempre fue una figura fuera de todos los límites (de la moral, de la geografía, de la academia), escribir sobre los límites, sobre los marginados, quizás era lo que se le daba más fácil. Quizás escribir sobre artistas, quienes se reinventan a sí mismos constantemente como haría Komayo, es una forma de hablar sobre sí mismo y sobre la posibilidad que tiene el mismo Japón de crear un nuevo futuro, uno más acorde con su esencia.
- ¿Qué os parece la forma en que Kafû retrata a sus personajes femeninos? ¿Qué parecidos o diferencias hay entre la geisha Komako de País de nieve y Komayo de Geishas rivales?
La reunión final será por videoconferencia a través de ZOOM el viernes 26 de junio. Las plazas para esta sesión se han agotado, pero os recordamos que la semana que viene también os propondremos una reflexión en nuestro blog y en nuestro Instagram para que participéis con vuestros comentarios. Por otro lado, podéis participar también en la charla sobre kimono (que tocará el tema del atuendo de las geisha) para complementar vuestra lectura.
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