Muchos nos habéis
comentado que no conocíais este libro de Yoko Ogawa y no es de sorprender, ya
que se publicó el año pasado, siendo también el último que publicó Ogawa en
Japón, en 2015. Para quienes hayan leído la novela corta de Ogawa, ganadora del
Premio Akutaga, El embarazo de mi hermana,
o para quienes hayan leído ya la terrible crueldad que tiene lugar en sus
libros Hotel Iris y La piscina, la aparición de un narrador
infantil seguro les supondrá una sorpresa, aunque es una voz que en los últimos
años se ha hecho muy presente en la narrativa de la autora y que muestra su
habilidad para abordar sus temas predilectos desde diferentes personajes e
historias.
A vosotros como
lectores, ¿qué os parece cuando entráis a un libro y os encontráis con que el
narrador es un niño? Este recurso es particularmente difícil de escribir, ya que
el autor o autora debe lograr el fino equilibrio entre una voz que sea convincentemente
infantil en su habla y en su lógica, pero que haga prueba de suficiente madurez
para llevar sobre sus hombros la historia.
En semanas anteriores
hemos hecho hincapié en la importancia que da Yoko Ogawa al acto creativo y,
para fines del presente libro, quizás no había mejor narrador que un niño. En
una entrevista en Passa Porta, Bruselas, Ogawa comenta que la imagen que dio
pie a Destellos de ámbar fue “la de un lugar confinado,
muy estrecho, en la que unos niños, por sus propios medios, se encuentran cara
a cara con la eternidad.”. Aun cuando los personajes principales fueran
los niños, la historia quizás no hubiese sido la misma si la narradora hubiese
sido la señora que conocemos en la residencia de ancianos. Como lectores
adultos sin duda podemos leer entre líneas lo que significa realmente el
encierro de Ámbar, Ópalo y Ágata, pero al ser un niño el principal narrador,
nos obliga a darle la razón, o al menos a creer en sus palabras sin rechistar.
Elementos de lo
fantástico que se cuelan tan frecuentemente en la narrativa de Yoko Ogawa y que
causaron estupor al final de La policía
de la memoria, en Destellos de ámbar
están fortificados contra la incredulidad, ya que Ámbar no es más que un niño
que entiende e interpreta en la medida de sus posibilidades lo que le sucede. Sobre
esto, la escritora Michelle Sacks comenta que “Quizás
se deba a que los niños son narradores de historias e inventores de mundos
natos. Su imaginación es salvaje y maravillosa, no está subordinada a la realidad
o a la lógica… es la forma en que ven el mundo, ya que su pequeño mundo lo es
todo para ellos…”
Sin embargo, no hay duda alguna que encontrar una voz infantil puede causar incomodidad en lo que llamaríamos “literatura para adultos”, puesto que asumimos rápidamente que todo lo que se escribe con voz de niño tiene que ser un producto para niños. Después de todo, es el pacto más difícil de establecer con un autor: un niño no tiene la capacidad lingüística necesaria para escribir un libro, por más que pase todas sus tardes leyendo enciclopedias.
- ¿Creéis que la historia hubiese sido diferente de haberla narrado siempre la madre de los niños o la señora de la residencia de ancianos?
Amenizaremos la lectura en nuestro blog y en nuestro Instagram, por lo que os damos cita los viernes 11 y 18 de junio para
debatir sobre la historia y la autora.
La reunión final será virtual a través de ZOOM el viernes 25 de junio
en dos turnos con un aforo máximo de 10 personas: de 16h a 17:30 o de 18h a
19:30. Para inscribirse en esta
sesión presencial basta con enviar un email a biblioteca@fundacionjapon.es con
el título "Destellos de ámbar" y
los siguientes datos: nombre completo, horario de la reunión a la que quiere
asistir y un número de contacto.
Comentarios
Publicar un comentario