¿Cómo lleváis la lectura de nuestro libro de enero del Club de lectura, Indigno de ser humano de Osamu Dazai?
La semana pasada conocíamos a nuestro autor, o cuando menos trazábamos relaciones de parentesco literario con otros escritores que vivieron en su época. Este crisol literario donde se movía Dazai fue un producto muy particular de los años de posguerra, momento en el que los artistas de japoneses tuvieron que familiarizarse con la situación de un país que sufría los estragos de la guerra, cambios de paradigma y hasta desastres naturales que agudizaron las penurias de la población.
Nacidos del desencanto y destinados a la decadencia, los buraiha, los enfants terribles de la literatura, comenzaron a publicar en esta época. Disolutos, contradictorios e irreverentes, más que una verdadera corriente artística, los buraiha vivieron y escribieron para enfrentar a la sociedad con sus miserias, exhibiéndolas orgullosamente en su propia carne. El término fue acuñado por el propio Dazai en 1946, cuando escribía una respuesta a una crítica literaria que recibió.“Veamos, ¿acaso pueden las novelas ideológicas volver a tener popularidad? No son tan malas como las que escriben los conservadores, pero más allá de ciertos detalles, las dos son igual de reguleras. Yo soy un buraiha, un libertino. Me rebelaré contra toda restricción. Me dan risa los oportunistas. Es por eso que, no importa lo que suceda, jamás tendré éxito.”
Buraiha, entendido por el autor como un libertino a la francesa, es decir,
librepensador, más allá de la normativa y de los límites que impone la
sociedad. Pero quizás el propio Dazai se dio cuenta de que su afán por
diferenciarse y llevar la contraria le costaría caro; después de todo, el
humano es una criatura gregaria, que busca la compañía y la pertenencia de sus
iguales, ¿o no?
Este germen de duda, este instante de verse repentinamente lanzado en un mundo al que no quiere y no puede pertenecer, podría ser la razón de que Dazai intentase re-escribirse en Yozo, el protagonista de Indigno de ser humano. Desde el título mismo, (en japonés “ningen shikkaku 人間失格”, “no apto para ser humano”), Yozo acuna la sospecha de que está vedado de formar parte de los círculos sociales que le rodean, desconcertado por sus motivaciones y acciones. Un destino cruel para nuestro protagonista de manos del autor, puesto que Yozo lucha y se esfuerza por pertenecer, por agradar, por ser uno más. Su bufonada le permite alejar de sí, aunque sea por una página más, la soledad.
- Bien dice Aristóteles que el ser humano es un “animal social”, pero una época donde el ostracismo está en alza (y hasta se ha vuelto obligatorio), ¿en qué queda esta idea? ¿Es realmente Yozo “indigno” de su estatus de humano? ¿O es Yozo quien tiene una imagen errónea de la/su humanidad? ¿Qué pensáis de la actitud del protagonista?
Si os animáis, podéis participar en nuestro debate presencial del jueves 27 de enero (a través del formulario online de la biblioteca pública Iván de Vargas) o en el debate virtual a través de ZOOM el viernes 28 de enero (enviando un email a biblioteca@fundacionjapon.es con vuestro nombre completo y un número de contacto). Ambas reuniones serán a las 18.
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