¡Volvemos a la carga con País de nieve!
¿Cómo lleváis la
lectura? ¿Os está gustando?
La semana pasada
mencionábamos la calidad “haiku” que tenía la prosa de Kawabata y compartíamos
las imágenes que más nos habían impresionado. Pero ¿no hay algún fan del cine
que se ha sentido como si estuviera “leyendo” un storyboard?
Comenzamos
leyendo la obra desde su connotación más poética, desde los parámetros del
haiku. Es esta la característica más sobresaliente, en parte, porque el autor
así se publicitó ante el mundo. Como una suerte de manifiesto, Kawabata se
adscribe a lo más tradicional de Japón durante su discurso
de aceptación del Nobel de Literatura.
Pero la
modernidad se cuela entre las rendijas de la novela. El Japón tradicional no es
más que un conjunto de imágenes que se proyectan en la conciencia común, una
suerte de estándar mediado. El cine, como forma artística que inmortaliza una
imagen cualquiera y, a fuerza de poder traerla al presente cuantas veces sea
visionada, se vuelve “la imagen primigenia”. Pensemos en cualquier adaptación
de un libro a película, ¿cuántos personajes hemos visualizado de una forma en
nuestra imaginación que luego son sustituidos por la figura del actor que les
encarna, aunque no case con nuestro prototipo imaginario? ¿Es esta una crítica
que hace Kawabata a las nuevas tecnologías o es el guiño cómplice de un
admirador del séptimo arte?
El cine fue, a
partir de los años veinte, uno de los mayores placeres artísticos de muchos
autores de la época. Se podría mencionar a Jun’ichiro Tanizaki quien fue un
impulsor la industria cinematográfica japonesa. Kawabata, por su parte, no solo
fue un ávido consumidor y crítico de películas (tanto japonesas como
extranjeras), sino que participó en el guion de una, Una página de locura
(1926). Esta incursión en el cine fue quizás el detonante de esa famosa primera
escena de País de nieve, en la que
Shimamura relata el juego de espejos que vive en su trayecto de tren. El
lenguaje corto y altamente visual nos puede remitir a una cámara:
“En el cielo nocturno, por encima de las
montañas, el crepúsculo había dejado unas pinceladas purpúreas, y todavía cabía
distinguir, a lo lejos, en el horizonte, la silueta de los picos aislados;
pero, en la proximidad, el desfile del paisaje montañoso era constante, aparecía sumido ya en las tinieblas, y enteramente
desprovisto de color.” (p.21)
Múltiples
interpretaciones se le pueden dar al uso de cine como elemento en Kawabata. Se
podría decir que el autor nos quiere demostrar que vemos nuestra propia
existencia, incluso nuestra propia naturaleza condicionados por los prismas de
nuestra modernidad y de la que solo somos espectadores, nunca actores.
Shimamura es un ente pasivo que rehúye a la acción, rehúye a las emociones y se
contenta en contemplar la vida pasar.
“Todo ello se producía con la máxima
naturalidad; hubiérase dicho que aquellos dos seres, ajenos al tiempo y al
espacio, se disponían a proseguir eternamente su viaje y a profundizar
interminablemente en la distancia. Tal vez por eso Shimamura […] contemplaba la
escena sin la menor emoción, como si se tratase de un pequeño juego dentro de
un ensueño inconsciente” (p.20)
Podríamos
aventurar también que esta es una crítica a la sociedad japonesa, quien se dejó
encantar por los discursos de “modernización” de los años veinte y, una década
después, por el fascismo de la guerra.
Podría ser un
comentario a sí mismo, el hombre de los mil prismas, que retrataba Japón hasta
el punto de volverse la imagen de
Japón, tal y como los personajes de una película terminan suplantando a la
imagen del personaje literario original.
- Existen adaptaciones al cine del libro País de nieve. Si las has visto, ¿te parece que son adaptaciones exitosas del estilo de Kawabata?
- ¿Qué otros libros conoces que beban de la estética cinematográfica?
¡Animaos a
participar dejando vuestros comentarios!
¡Feliz lectura!
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